jueves

El cuento de cuentos jamás contado(2)

Y continuó... Se despertó un día en su, cada vez más habitual, envoltorio de sudor y lágrimas tras una mala actuación en un cuento. Este constaba más o menos de los mismos recursos que cualquier otro, pero esta vez a nadie le interesó. El autor era un escritor joven y con muchas ganas, que deslumbraba con sus relatos a todo el que los leyera, pero basaba su éxito en la pasionalidad de su prosa. Total, que contrató al archienemigo de nuestra querida muletilla: La moraleja.
Nuestra protagonista mantenía un relación de amor-odio con su compañera. Se odiaban como el árbol odia a la brisa, que tira sus hojas cuando el otoño nos deprime después de las vacaciones y, aun así, se querían por formar parte de un todo que estaba por encima de cualquier sentimiento. Tras varios encontronazos no deseados, nuestra amiga estaba al borde del colapso, no necesitaba que nadie cuestionara su identidad, ni su forma de trabajar, no necesitaba alagos ni desprecios pero, por supuesto, la gran mayoría de las veces necesitaba a su archienemiga para poder existir.
A la tarde siguiente se encontraron por casualidad, siendo leídas por un grupo de estudiantes en la biblioteca. La muletilla, siempre amigable, la saludó cordialmente, dejando evidente en su gesto que era suficientemente frívola como para enzarzarse en una lucha. Pero La Moraleja, dando sentido a su fama de alborotadora, comenzó una agresión verbal en la que no vamos a profundizar porque no merece la pena. La Muletilla no aguantó la presión de sentirse atacada, y se apagó como se apagan las velas de una tarta de cumpleaños después del alboroto de la fastidiosa cancioncilla. Continuará...

miércoles

El cuento de cuentos jamás contado.(1)

Érase una vez una muletilla para empezar a escribir, era mediocre, no destacaba precisamente por su lucidez. Era fácil, recurrente, y de alguna manera, constante en el tiempo. Poco sabemos de su pasado, y tampoco ponemos demasiado interés en saberlo es, por así decirlo, una pobre olvidada en un mundo de mentirosas y poco realistas metáforas. Adornos innecesarios que cultivan la mente, aparte de realzar el ego del inspirado artista que la escribe.
La pobre muletilla había conseguido hacerse un hueco, literalmente hablando, especializándose para dar paso a un lenguaje sencillo en una historieta corta. Un entretenimiento vanal destinado a los más peques, pero estaba orgullosa de la recompensa que le ofrecía su trabajo, porque ella amaba a los niños. Le encantaba trabajar porque nunca sabía cómo iban a reaccionar los niños cuando ella actuara. La repentina atención que recibía le sumía en una felicidad indescriptible, para que os hagais una idea, era como ver una nota de un examen que sabes que has hecho bien después de un verano entero sacrificado. No era como un doble sentido, que si no es bueno no merece la pena crearlo, ella siempre cumplía con su deber.Tampoco era como una comparación... La simple idea de compararla con una comparación es una locura, las comparaciones varían, pueden pausar una novela, darle sentimiento a una poesía, o darle nombre a un ensayo. Mientras que nuestra muletilla no necesita de explicaciones para valerse en un texto. Será por eso que su soledad no fuera fingida, conseguía cariño de sus semejantes de formas poco ortodoxas, y siempre que cualquier relación se cruzara con su trabajo ella la acababa saboteando, era cuestión de principios, no necesitaba comer, ni respirar, ni relacionarse para existir. Sólo necesitaba ser leída, a cambio ella hacía lo único que sabía...
Continuará.